miércoles, 29 de agosto de 2018

La vida te puede cambiar en una milésima de segundo. 

Estás en la oscuridad. Abres los ojos, pero no ves. No hay nada más allá. Y de repente, algo a lo lejos se enciende. Una claridad que no habías intuído antes. Una luz diferente a las que se habían cruzado en tu camino hasta el momento. Intentas aferrarte a ella, pero se te escapa entre los dedos. Cuanto más la deseas, más lejos parece. Pero de repente está cerca. Muy cerca. Tanto que sientes que te quema la piel. Sientes las llamas, y el calor. Sientes el hormigueo en la piel y la carne de gallina. La sientes, pero al igual que llega se esfuma. Vuelves a la oscuridad que resulta tan familiar, e inegablemente deseas recuperar esa luz. Esa luz que pese a ser tenue, comparada con la oscuridad habitual, resultaba cegadora. Las luces se encienden y se apagan. Sucede lo mismo con los sentimientos. Solo hay que saber que interruptor debes encender y que interruptor debes apagar. Pero cuidado con aquellos que llegan y no solo encienden tus interruptores, si no que suben la tensión hasta que explotan todas las bombillas. 

Source: Sara Herranz