miércoles, 22 de octubre de 2014

¿Hasta que punto todo esto merece la pena?

El esfuerzo. Luchar contra todo y contra todos. Contra el que dirán. Contra las habladurías. Pelear, ¿pero con que fin? Oímos siempre que todo tiene que terminar, pero nunca sentimos que vaya a acabar. Nunca pensamos que será a nosotros. Creemos en lo infinito. Queremos creer en ello. Pero las palabras a veces pesan más que las acciones. Las personas son diferentes a la imagen que nosotros tenemos de ellas. Las heridas no son tan fáciles de curar. No desaparecerán con una tirita y un beso en la frente como lo hacía cuando eramos niños. Las heridas del corazón no son así de sencillas. No las solucionarán unas palabras, ni un beso, a veces ni siquiera una disculpa. Hay heridas que poco a poco te rompen por dentro, palabras que no son fáciles de olvidar. Momentos que te cambian. Las sonrisas no son las de entonces, ni las personas, ni siquiera los recuerdos son los mismos. Y a aquellas personas que un día se fueron, las echamos de menos, pasan por nuestra mente, trayendo consigo un sentimiento de melancolía que enfría el alma. A veces me paro a pensar en todo lo que he dejado a atrás para llegar a donde estoy hoy, y me planteo si mereció la pena. Me pregunto que hubiese pasado si todo hubiese sido diferente. ¿Dónde estaría ahora?¿Con quién?... No lo sé, pero me gustaría estar lejos. Lejos de todo y de todos. En algún lugar dónde poder pensar, dónde poder respirar un aire menos contaminado de recuerdos. Me gustaría poder perderme, unos días, unas horas y buscar un refugio. Buscar un lugar donde alejarme del torbellino que son mi mente y mi corazón. 


2 comentarios:

  1. Me recuerda un poco a algo que creo que sentí.

    Es curioso. Después de leerte siento como si mirase al mundo a través de una gasa, una tela que me pritege los ojos de todo aquello que es pasado y que debí olvidar. De aquellos recuerdos que me perseguirán para siempre, que súbitamente me arranquen unas lágrimas irracionales, y que antes de que estas resbalen por mis mejillas y se esparzan al chocar contra el suelo ya haya olvidado el por qué han surgido.

    Los recuerdos los sigo teniendo dentro, metidos en su cajita de estaño en la que aguardan al invierno, esperando que el frío rompa esa pequeña prisión en los que los escondí para olvidarme de ellos, apretujados y encerrados en una caja que no tiene candado ni cerrojo, solo sujeta por una cinta roja y negra firmada por una preciosa L plateada.

    En mi caso, en este momento exactamente, soy capaz de ver que ha llegado a merecer la pena. Aún no he vivido lo suficiente como para olvidar los oscuros días y las aún más frías noches, aún cuento los años que he sido feliz y resto los años de oscuridad y me quedo sin dedos, pero creo en que llegará algún día, de aquí a medio lustro, o si se alarga el limbo, de aquí a varios, en el que podré hacer la resta y conseguir igualarlos.

    Y sonreír.


    Naif.

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