viernes, 8 de abril de 2016

Hay veces que llega una persona nueva a tu vida y trae con ella un soplo de aire fresco. 

La amistad es algo a la que demasiadas personas no le dan la suficiente importancia. No hablo de esa amistad que se basa en un par de conversaciones de whatsapp, salir de fiesta juntos, y un par de fotos de postureo. Hablo del tipo de amistad que hace que cada día te aparezca una sonrisa en la cara. Me refiero a encontrar a alguien que te haga reír a carcajadas, hasta que las lágrimas de alegría resbalen por tus mejillas. He de decir, que pese a todas las amistades falsas y que no merecían la pena, el destino ha dejado a mi lado a personas increíbles. Encontrar a alguien con quien la conexión no desaparece, que está a tu lado para ser sincero, darte la mano cuando te caes y secarte las lágrimas cuando lloras: eso es un tesoro. Es magia. Una persona que te hace sentir afortunado hasta cuando crees que no te queda nada. A veces, entre todo lo malo, hay un rayo de luz. Hay alguien, un incondicional, que te hace sentir que no tienes que volver a estar solo, que no van a abandonarte. Hay momentos en la vida en que los cambios asustan. Alejarse de casa, cambiar de vida, todo eso da miedo. Pero al final del camino, esas experiencias te aportan momentos, y personas que te cambian la vida. Por eso a veces hay que arriesgarse, dejar de tener miedo. Cuando dejamos atrás el temor de estar solos, aprendemos a disfrutar del camino y encontramos las mejores compañías. 



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