jueves, 29 de septiembre de 2011


Me senté. Hacía tiempo que no iba a visitar a mi padre. La verdad, cada vez tenía menos ganas de ir al cementerio, no me gustaba, pero sabía que ya era hora de ir. Ya hacía 3 años. Intenté relajarme, siempre me ponía nerviosa cuando sabía que tenía que ir de visita. Cogí el libro, me lo había regalado él. Siempre me gustaba llevarlo encima, era como un amuleto, me daba las fuerzas que me él me arrebato para poder afrontarlo todo sola. Cogí mis llaves de la mesita de noche y metí el paquete de malboro en el bolso. Me sentía vacía. Salí de la habitación. Me picaban los vaqueros, pues estaban rotos, muy rotos, al igual que mis medias, rotas. Me miré en el espejo del baño, llevaba mi largo pelo negro sucio y un poco grasiento. Hacía ya 3 años que había perdido la sonrisa de la que siempre hablaba ella. Bajé las escaleras y la vi. Se había quedado dormida en el sofá después del turno de anoche. Le di un beso en la frente. Mi madre también hacía 3 años que no sonreía.

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